Por Leonardo Zaleta.
Cronista de Poza Rica.

Previo conciliábulo de emergencia, a las 9:30 de la noche Cárdenas, Clouthier y Rosario se presentaron en las oficinas de Bartlett. Protestaron por la falta de resultados y Doña Rosario leyó el documento “Llamado a la legalidad”, que recibió Bartlett. Aceptó el compromiso de que nadie se declarara triunfador hasta no conocer el dictamen de la CFE.

Avanzó la noche y la Comisión no tenía nada qué informar. En la calle comenzó a circular el rumor que en el D.F. y Michoacán Cuauhtémoc había arrasado.

En las oficinas del PRI, Jorge de la Vega rogaba al nervioso candidato que saliera al auditorio “Plutarco Elías Calles”, atiborrado de invitados, acarreados y medios de comunicación, para que, como era habitual, se adjudicara el triunfo, pero pudoroso se negó por no tener soporte legal. Salinas disponía de las encuestas realizadas por Ulises Beltrán y confiaba.

La clase política y los invitados especiales se desesperaban, ese retraso era algo insólito. La pantalla gigante que proclamaría el triunfo permanecía apagada. En la explanada los mariachis y las porras recibieron órdenes de contener su euforia alquilada. Poco a poco los 4,000 asistentes se fueron retirando. En el suelo se quedaron las pancartas: Ganamos.

Jorge de la Vega habló por teléfono con el presidente y le comunicó que era urgente declarar el triunfo, pero que el candidato se negaba. De la Madrid habló con Bartlett, que argumentó que tenía poca información y “no podía hacer ninguna declaratoria”. Entonces, el presidente le dio instrucciones a De la Vega.

A la una de la mañana del jueves 6, sin resultados oficiales, el presidente del PRI declaró ante un auditorio desolado que Carlos Salinas había obtenido un triunfo “rotundo, contundente, legal e inobjetable”. Pero los hechos lo contradecían.

El PMS presidido por Gilberto Rincón Gallardo, instaló su centro de cómputo en Monterrey No. 50 de la colonia Roma. El aguerrido dirigente aplicó un dispositivo de conteo rápido en las mil casillas más representativas del país. Cubrieron el 80 % de los representantes de casilla, lo que permitió obtener información de por lo menos el 40 %, una vez que se cerró la votación; se realizó el cómputo y se levantó el acta. Cuauhtémoc aventajaba ocho puntos.

A la una con cuarenta y siete minutos, Bartlett reanudó la sesión. Los representantes del PAN y PMS condenaron la declaratoria de triunfo en voz de Jorge de la Vega. El priista Eduardo Andrade explicó que su partido sostenía sólo “una tendencia”. Eran las tres de la mañana. Antes de la intervención del PPS, el comisionado del PARM hizo circular una hojita con datos incontrovertibles: en la casilla donde votó Salinas los resultados fueron: Frente 375, PRI 190, PAN 86. Los números no saben mentir.

Al cuarto para las cinco, Bartlett levantó la sesión. De todos los diarios de la mañana, sólo “El Financiero” fue objetivo en su titular: “Aún nada para nadie”.
Esa madrugada, en el PRI Salinas recibió una orden de De la Madrid: “Declárese vencedor”. En un ambiente de incertidumbre, a las 13 horas del día 7, en cinco minutos se adjudicó  el triunfo. “Se acabó el tiempo del partido único”, expresó con fingida resignación. Fidel Velásquez no asistió, desaire que después pagaría.
Pasado el desconcierto inicial, Salinas y su estructura paralela conminaron a los gobernadores para que arreglaran los resultados a la mayor premura.

Habían aplicado, fieles a la costumbre, los operativos básicos: carruseles, expulsión de representantes de la oposición, relleno de urnas, ratón loco, casillas que no abrieron nunca o cerraron cuando cientos de electores aún hacían cola, y robo de urnas. Todo fue inútil, el repudio social rebasó todas las expectativas. Las cifras venían contra el PRI.

Obsecuentes, en cada entidad, los mandatarios dispusieron de parafernalia ilegal amparados por el encubrimiento y la impunidad. En remotos escondrijos, una caterva de truqueros escoge casillas atípicas donde la oposición no tuvo la suficiente estructura electoral para transgredir la democracia, sin pudor.

A contracorriente modificaron resultados: falsificaron actas y cuadraron cifras, lo que les había de redituar hegemonía y preponderancia. Con su añadido cibernético, este fraude fue el más asqueroso de la historia. No tuvieron tiempo suficiente para alterar los paquetes conteniendo votos, solamente las actas.

A las 19:25 horas del día 7 cuando se reanudaron los trabajos de la Comisión Electoral, con el ánimo enardecido, la oposición logró que se aprobara un acuerdo que anulaba el madruguete: “No se ha emitido ningún resultado preliminar oficial”. A pesar de ello, el debate fue acalorado. Los resultados eran un enigma. Bartlett se veía más confiado, sabía lo que se estaba tramando en la provincia lejana.

A las diez de las noche, Jorge Alcocer anunció triunfos del frente en el D.F. que daban la ventaja a Cuauhtémoc. Chirinos y Murillo Karam se veían preocupados, pero no refutaron. Pronto las cifras se iban a revertir.

El 8 de julio, Cuauhtémoc reunió a su equipo de campaña en la casa materna, y se acordó iniciar una gira por las principales ciudades del país para defender el voto.
El Ing. Manuel Clouhtier, que había encendido los ánimos en la contienda, el 9 de julio marchó al Zócalo con 80,000 partidarios. Hicieron uso de la palabra Diego, Jesús González Schmall y Maquío, que afirmó ser el triunfador. Convocó a la no violencia.

El domingo 10 de julio se instalaron los comités distritales y la Comisión Electoral abrió su sesión permanente a las once de la mañana. El presidente instruyó a Bartlett para que diera información a cuenta gotas. Había que ganar tiempo. En provincia ya se estaban arreglando las cosas. Mucho tiempo después trascendió que De la Madrid optó por el epíteto de “fraudulento”  en vez del de “perdedor”.

Bartlett anunció el orden en que se iban a dar a conocer los resultados: diputados, senadores y presidente. Pero no había actas, sino un simple reporte sellado por el comité distrital. Buen tiempo se llevó la discusión.

Manuel Camacho en una rueda de prensa con corresponsales extranjeros reconoció la derrota del PRI en cuatro entidades, lo que causó irritación en Los Pinos y entre los dinosaurios.
A las 3:37 del día 11, el salón de sesiones estaba casi desierto, Bartlett reanudó la sesión y a las 4 de la mañana comenzó a dar las cifras preliminares de 98 distritos.

A las 4:30 Bartlett tuvo en su poder más información. A las 5 de la mañana el resultado de 185 distritos fue: PRI 166, PAN 13, Frente 2. Se dieron a conocer 166 distritos, es decir el 54 % del total. Más 86 distritos a nivel senaduría. Y creció la expectación.

El resultado de la votación por la presidencia en 46.99 % de casillas computadas fue: Clouthier 16.68 %, Salinas 52.89 %, Cárdenas 29.10 %, Magaña 0.89 %, Ibarra  0.38 %.

“Es lo que viene de los comités distritales” dijo Bartlett. “Aquí no se ha presentado un sólo cómputo presidencial”, clamó la oposición. La prensa internacional se había ido, había pocos asistentes.

Un albazo. El reloj marcaba las 5:10 de la mañana. De hecho se declaraba triunfador al PRI. La oposición argumentó que esos no podían ser datos oficiales de la Comisión Electoral.

¿Por qué si estamos aquí reunidos no se tomaron la molestia de darnos a conocer los cómputos distritales de presidencia de la república?, replicó Alcocer.
Nada se movió, a las 7:20 de la mañana del 11 de julio concluyó la aberrante sesión.

Finalmente, los números quedaron de la siguiente manera: Salinas, 9´641 329 votos. Cárdenas: 5´956 988 votos, y Clouthier, 3´267 159 votos. Gumersindo 199,484 y Rosario Ibarra 80 052.

Oposición estupefacta, priistas orondos, desenlace ficticio.
El PRI se aferró con vehemencia al anémico, cuestionado y sospechoso 50.7 % de la votación. Le acomodaron a Cárdenas el 31%, y a Clouthier el 16.8 % que tuvo que compartir con los otros dos candidatos.

Los analistas hicieron un cálculo conservador: Un mínimo de 50 votos espurios en 20,000 casillas arrojan un millón de votos. Pero en las casillas donde tradicionalmente el PRI se adjudica 80 y 90 % de votos el margen fue holgado. Se detectó que en 13, 092 casillas hubo más de cuatro millones de votos adicionales para Salinas.

El PRI decidió adjudicarse la mitad de la votación más siete décimas, para “no perder legitimidad”. Inversamente se rasuró la votación de Cárdenas. La voz de la calle conjeturó: “si esos votos le reconocieron, obtuvo el doble.

El día 12 el sinaloense de 120 kilos de peso (que había perdido la gubernatura ante Francisco Labastida en 1986), interceptó a De la Madrid frente al teatro de Bellas Artes, pero elementos del Estado Mayor vestidos de civil le hicieron frente. Gritos, jaloneos, Clouthier rompió el cerco pero unos uniformados lo encañonaron y cortaron cartucho. Levantó una pancarta: “Cumpla su palabra, señor presidente”. (Continuará)