Poza Rica, Ver. (Vanguardia de Veracruz).- La empresa La Latinoamericana Seguros con domicilio en la Ciudad de México es acusada de abandonar a la víctima de un accidente de tráfico, a quien engañó al extenderle un pase de atención médica que no tuvo validez en un hospital local.

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Con cadera y hombros fracturados, el agraviado Alberto Ruiz Montoya, de 78 años, quien vive en situación económica precaria, ha pasado los últimos dos años sentado en una silla de ruedas sin poder realizar los trabajos de jardinería con los cuales llevaba el sustento a su casa.

“Quiero que me paguen y me curen, ¡yo no me voy a quedar así!”, exclama con tristeza Alberto, quien ha tenido que denunciar penalmente a la empresa aseguradora porque, después del accidente, se negó rotundamente a pagarle los gastos médicos y la indemnización correspondientes.

Las lesiones causadas por el percance automovilístico y la negligencia de La Latinoamericana Seguros literalmente le destruyeron la vida y hoy en día ha tenido que recurrir a la mendicidad, de tal manera que con su silla de ruedas sale a la carretera en el tramo La Grandeza-Santa Águeda para pedir limosna.

Hace dos años, en la Fiscalía ubicada en Papantla, La Latinoamericana Seguros se comprometió a pagar las cirugías que requiere Alberto para recuperar su movilidad y no cumplieron.

“¡Son irresponsables!”, expresa indignado y agrega: “Aquí me tienen, nunca me visitaron, nunca respetaron los acuerdos, ya fuimos hasta a México y nada, en absoluto nada, llevo veintiún meses aquí sentado, ya hasta se acabó la silla de ruedas, no tenemos dinero, ayer fue mi mujer a conseguir 20 pesos para comprar la masa”.

CAMIONETA CONTRA TAXI

El accidente ocurrió el 7 de diciembre de 2021, aproximadamente a las 18:45 horas, en la carretera Santa Águeda-La Grandeza, precisamente frente a un taller mecánico.

Alberto, regresaba de trabajar y venía como copiloto, en una camioneta Nissan modelo 2014, que manejaba Juan Padilla. Este último tuvo lesiones menores.

De pronto, a la altura del taller, el taxi número económico 1552, conducido por Gerardo “N”, invadió carril y se impactó brutalmente contra la camioneta. El taxista presuntamente manejaba en estado de ebriedad y bajo el influjo de alguna sustancia, quien iba acompañado de otra persona. Ambos se dieron a la fuga.

Al llegar las autoridades se hizo presente un ajustador de La Latinoamericana Seguros que prometió pagar los daños y brindarles atención médica a los lesionados. Ahí mismo extendieron un pase médico para don Alberto, quien presentaba fracturas en cadera y hombro derecho.

Pero, para su sorpresa, cuando llegan al hospital privado adonde lo canalizaron, en la institución médica le dicen que el pase médico no tiene valor.

Debido a que no cuenta con recursos económicos, don Alberto no pudo pagar por su cuenta las cirugías que requería para sanar; como pudo, consiguió una silla de ruedas donde ha pasado los últimos dos años.

“Ya estoy fastidiado”, comparte y reprocha: “No nos ayudó la aseguradora ni para comer. Dicen que no van a pagar ni atención médica, ni los daños… ¡Me siento impotente!”.

CONVENIO EN FISCALÍA

La compañía La Latinoamericana Seguros acordó con la Fiscalía cubrir todos los gastos y no cumplieron, razón por la que procedió a interponer denuncia formal contra esa empresa.

En el año 2021 se inició la carpeta de investigación 1412/2021 en la Fiscalía Cuarta representada por el Lic. Ramón Toral y el Proceso Penal número 76/2022 se inició, posteriormente, en el Juzgado Oral en Papantla.

De acuerdo con lo que le han dicho en el juzgado “todo está en proceso, pero se requiere el pago de daños y atención médica a la persona lesionada y dicen que no van a pagar nada”.

Comparte que quiso dialogar con las contrapartes en el accidente, pero el propietario de la concesión del taxi y el chofer responsable del percance rechazaron todo acercamiento y no se han preocupado por él.

‘ERA JARDINERO’

“Me dedicaba a la jardinería”, comparte con una mezcla de emoción y tristeza.

Recuerda con gusto a los que llamó “patrones” para los cuales prestó sus servicios: “yo le trabajé a Raúl Gibb, aquí en su casa en Santa Águeda… aquí venía, traía pescado de los días que iba a pescar y carne de venado porque le gustaba ir de cacería… también le trabajé al doctor Luis Ladrón de Guevara, le arreglaba sus jardines en su rancho…. pero ahora ya no puedo trabajar”.

Pasa de melancolía, al entusiasmo y a la tristeza, porque el paseo por su pasado termina cuando se da cuenta de su presente, complicado. En dos años, para poder sobrevivir, se ha deshecho de sus pocas pertenencias.

“Ya vendimos todo, ¡todo se fue!, la tele, ropero y todo, ¡ya no tenemos nada!… es insoportable esto”.

ABANDONADO

Voz rota de dolor y mirada triste. Pantalón gastado en color caqui, camisa en tono azul descolorido, que le queda un poco grande.

Rostro delgado y surcado por las arrugas, cabello cano, frente amplia, nariz mediana, aguileña, con leve desvío hacia su izquierda, producto, quizá, de un golpe.

Su delgadez es extrema, producto de la mala nutrición. Cuando habla hace algunos aspavientos con los brazos y de pronto se detiene y acaricia su hombro derecho. Tiene fracturada la clavícula.

Hace una mueca y su rostro se arruga aúnn más. Sus ojos pequeños se cierran aúnn más con el dolor. Chasquea la lengua con el paladar y se hunde el labio superior al evidenciar la falta de las piezas dentales delanteras.

Busca con la mirada a su esposa, se ve frágil con su 1.40 de estatura y su figura delgadita, de unos 40 kilos. “Ya me la estoy acabando… ¡no!, ¡ya me la acabé! ¡Pobre!”, dice y le dedica una caricia y una fugaz sonrisa de gratitud.

Ella es la única que, amorosa, lo atiende en todo. Décadas de cariño y de honrar el “…en la salud y la enfermedad…”. Vista así, su figura es gigante en generosidad y cariño.

Se acomoda, Alberto, los escasos cabellos y luego trata de recargarse en los reposabrazos de la silla de ruedas, despostillada en las esquinas, rotas las partes de plástico.

La situación económica de don Alberto es precaria. Dice que una de sus hijas, que recién se casó, es el único familiar que, de vez en vez, le envía algún dinero para “pasarla”.

Aun así, generalmente pasan hambre. Cuando comparte esa vivencia su voz se llena de amargura. Sus amigos le han negado préstamos y a menudo debe salir a la carretera para apelar a la caridad de la gente, con escaso éxito.

Con nostalgia platica que antes no paraba, que trabajaba hasta sábados y domingos. Era jardinero y aunque ya pasaba de los 70 años de edad, hacía su labor sin quejas ni dilación.

Pero el accidente de ese 7 de diciembre del 2021 y las lesiones con las que resultó simplemente le destruyeron la vida y ahora pasa las horas, los días y los meses sentado en esa silla de ruedas.

Lleva dos años de dolor, en espera de justicia.

“Me tienen así… ¡abandonado!”.

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